Ir al contenido principal

Se un niño mimado.

  Sucedió de repente, en medio de mi rutina habitual.

"¡Oye! Todavía estoy jugando".

 Escuché una voz aguda cuando pasé por el parque. Miré en la dirección de la voz y vi a una niña tirando de la mano de una mujer que parecía su madre la cual parecía muy mimada.

 "¡Mira! ¡Nos iremos a casa ahora, Nagisa!"

 La voz de la madre sonaba un poco regañona y preocupada, pero la niña seguía gimiendo.

 Pasé de largo pensando vagamente en lo duro que debe ser para ella, como si fuera un problema ajeno. Se suponía que era sólo eso.

 "Ajajaja"

 Rió una voz maliciosa y sobrenatural, tras lo cual dejé de oir la voz de la madre y la voz de la niña, de hecho, todo, desde el sonido de los coches hasta el del viento.

 Tras darme cuenta miré con inquietud a mi alrededor y vi a un chico de pie detrás de mí. Su rostro estaba lleno de la misma malicia que había en la voz y sentí un miedo inexpresable aunque parecía un chico un año menor que yo.

 "Hola, encantado de conocerte. Me llamo Marisu. Soy a lo que los humanos llaman un ángel".

 Se acercó a mí mientras decía eso. Intenté huir lo más rápido posible, pero no pude mover mi cuerpo.

 "Me encanta jugar con los humanos y creo que tengo otra buena idea para hoy".

 Dio una carcajada y chasqueo los dedos. A un lado mío escuché a la niña de antes acercarse, pero en lugar de actuar como una niña mimada berrinchuda como hace rato, su rostro estaba completamente inexpresivo.

 Marisu dijo: "Me encantan las niñas lloronas y que arman desorden, pero por esta vez quiero intentar hacerlo más divertido."

 Mientras el chico murmuraba eso, la chica se quitó de repente la ropa. Ella se quitó su chaqueta con personajes de dibujos animados y su falda rosa formada por capas de tela ondulada y apropiada para su edad, quedando solo vestida con un pañal abultado el cual probablemente estaba mojado.

Una vez se hubo quitado incluso dicho pañal el chico dijo:

 "Ahora te toca a ti."

 En el momento en que oí eso sentí una descarga eléctrica y empecé a quitarme la ropa sin control de mi voluntad. Sentí miedo, pero también vergüenza por quitarme la ropa en un lugar público.

 Cuando terminé de quitarme la ropa y mi cuerpo temblaba, ya fuera por el frío o por el miedo, la chica volvió a moverse y me quitó la ropa que recién me había quitado la cual sostenía en mis manos entregándome en su lugar la que ella se acababa de quitar.

 Aunque parecía imposible, la chica empezó a ponerse mi ropa.

 "¿Qué me vas a obligar a hacer?"

 Dije, aunque era obvio lo que Marisu pretendía. El chico se limitó a esbozar esa sonrisa maligna.

 Mi mano tomó el pañal hinchado de la niña en mi mano. Miro dentro y veo que está manchado de amarillo por el pis, y el olor característico del pis me hace contorsionar la cara.

 Grito en mi mente que no quiero, pero empiezo a pasar las piernas por el pañal. Empiezo a meter las piernas por el pañal, pero por alguna razón pasan con facilidad, a pesar de la evidente diferencia de tamaño entre la chica y yo. Una vez que las dos piernas pasaron por los agujeros, agarré los lados del pañal y lo deslicé hacia arriba. El pañal manchado de orina de la chica se pegó a la parte inferior de mi cuerpo. Una incomodidad pegajosa por la orina me envolvió. Me sentí miserable como si me hubiera orinado, aunque fue la niña dueña del pañal la que lo había mojado.

 Tras ello me cubro con su camisa y su chaqueta. Me pongo la ropa que desprende su olor, sintiendo el singular olor lechoso de una joven, diferente del desagradable olor a orina que acababa de experimentar. Y aunque la talla debería haber sido demasiado pequeña pude ponérmela.

 Por último me puse la falda con volantes, medias y zapatos. La estrechez del pañal y el suave tejido de la falda que revolotea me hizo cosquillas en las piernas haciéndome pensar que estaba enloqueciendo. Sentí una intensa vergüenza de que yo, como hombre, estuviera vestido como una niña, y ni siquiera podía hablar, tenía la boca cerrada.

"Ja, ja, ja, ¿no te da vergüenza ir vestido así?'

 El chico empezó a reírse como si no pudiera aguantar más.

"¡Me obligaste a hacer esto!"

 Grité, olvidando el miedo y la vergüenza que acababa de sentir.

"Ja-ja-ja, no te enfades tanto. Soy amable. Me aseguraré de que no te sientas avergonzado pronto"

 Tras el chico decir eso tuve una sensación de escalofrío, sentí que algo entraba en mí a través del pañal que me cubría, la ropa del personaje de dibujos animados y su falda.

 "Sucede que estas... ummm, ¿como dirían ustedes?, absorbiendo la esencia de una alma, la esencia del alma de la niña que está impregnada en su ropa la cual llevas puesta."

 ¿Esencia de alma...? No comprendí bien de que hablaba, solo sabía que sentía como aquello entraba filtrándose en mi cuerpo.

 "Cuando absorbes la esencia de un alma, te ves influenciado por ella y tu espíritu y tu cuerpo se asemejan al del propietario de la esencia".

 El propietario de la esencia de alma, es decir, el propietario de la ropa que llevaba en ese momento. La niña llamada Nagisa, que estaba haciendo una rabieta a su madre en el parque con su voz aguda y su pañal empapado con su pipí. ¿Seré ella...?

 Miro hacia abajo con miedo. Mi estatura se redujo y mi cuerpo se ajustó a su ropa. Los músculos desaparecieron y me volví regordete. El dulce olor que emanaba de su ropa ahora emanaba de mi cuerpo.

"Oh, ¿quieres ver tú cara?"

 El chico sacó un espejo de algún lugar. Pensé que no debía mirar, que no debía mirar, pero me miré en el espejo. Allí estaba, la chica de antes me miraba con lágrimas en los ojos. La cara no era la de una chica guapa, pero tenía la ternura única de una chicas. Cuando toqué su cara con mi mano pude sentir la gordura en mi mano y en mi cara al mismo tiempo.

 "¡Nagisa se ha convertido en una niña!"

 Exclamé llevando mis manos a mi boca al oír la extraña voz. La mano tocó mis labios ante lo que sentí otra sensación blanda, pero no solo eso, no solo la voz se había vuelto así de aguda y suave, mi vocabulario se adaptó a la edad que ahora aparentaban e incluso me llamé a mi mismo Nagisa.

 "¡Ja, ja, ja! Nagisa-chan, esfuérzate por hablar mejor, ¿si? Bueno, al menos quiero que sepas que sólo te afecta una parte de su alma por lo que no te has convertido en ella en su totalidad. Aunque quizá para ti hubiese sido mejor convertirte por completo en ella y haber olvidado tu antiguo yo, ¡pero no!, ¡jajaja!"

 Tras haber pasado un poco el desconcierto el cambió terminó.

 Ahí, justo ahí, estaba aparentemente la misma chica que se había meado en los pantalones.

 Mi cuerpo comenzó a moverse y me dirigí al parque. Cada vez que movía las piernas, el pañal húmedo me hacía sentír una sensación de asco entre las piernas y de incomodidad en la parte inferior del cuerpo de la niña. No se suponía que había sido yo quien lo había mojado, pero se me había impuesto como si yo lo hubiera hecho, aunque no había sido yo.

 Me acerqué a la madre de Nagisa y le cogí la mano.

"Eso fue gracioso. A partir de ahora te observaré con regularidad".

 Dijo el chico tras lo cual dio un chasquido que hizo que el sonido volviera al mundo. Se oyeron varios sonidos, desde los sonidos de la vida en la ciudad hasta las voces de otros niños. Y mientras miraba hacia atrás por un momento, ese chico se había ido.

 ¡Tenía que atrapar a ese chico a como diera lugar! El problema fue que al estar a punto de empezar a correr vi los columpios del parque. Mis ojos se pegaron a dichos columpios, y aunque no era el mejor momento, mi corazón estaba lleno de ganas de volver a jugar en los columpios.

 "¡Mamá! ¡Nagisha quiero columpios!"

 Diciendo esto, tiré de la mano de la madre de forma mimada. Aunque era consciente de que se trataba de un acto vergonzoso para un adulto y sentía una fuerte sensación de vergüenza, no podía controlar mis emociones como Nagisa.

 La madre dijo: "Sólo un minuto, ¿vale?"

Acepté la condición y me senté en el columpio con una sensación de vergüenza y alegría en mi corazón.

 Entonces el pañal, que había absorbido gran parte del pis de Nagisa, emitió un sonido pastoso de incomodidad.

 "¿Ah? ¿Te has meado en los pantalones? ¿No te dije que le dijeras a mamá cuando necesitaras orinar?"

 Mamá amonestó a Nagisa con voz suave. Pero me daba vergüenza que me ayudaran con la orina a mí mismo y la rebeldía de Nagisa aumentaba la vergüenza.

"¡Yo no soy el que se ha meado,fue Nagisa!"

 Grité con una voz aguda de bastante mal humor.

 Entonces un hombre pasó delante de mí, era yo. El hombre pasó sin decir nada, pero yo sabía que estaba pensando que: "Esa madre debe de estar pasándolo mal cuidando a un niño así".

 Yo era aquella niña que había visto antes y que molestaba a su madre con sus aspavientos y orina, ante la idea sentí aún más vergüenza por ello, a penas podía soportarlo.

Fin

Comentarios

  1. Wow me encanto, ojala pudieras poner imagenes para la proxima porfavor

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Está difícil de ilustrar, talvez lo haría con un colaborador

      Borrar
  2. Me encantó este enfoque para la historia, lo cintinuaras?

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Intercambio de cuerpo 2

  Pones la tarjeta en la mesa para que todos la vean. Emma es la primera en reaccionar. "¡Sí! ¡Voy a ser Jack! ¡Voy a ser alto!" Yo, por otro lado, estaba devastado. Tendría que volver a ser un niño pequeño, y aún peor, ¡una niña pequeña! No podría conducir durante otros ocho años, lo cual era totalmente injusto, ¡ya que acababa de obtener mi licencia de conducir! ¡Y lo peor de todo, tendría que actuar como una niña y ser muy femenina! ¡Esto iba a ser horrible! "Bueno, parece que Jack y Emma están intercambiando, ¡así que eso significa que yo y Maddy intercambiaremos!", dijo mamá, "¡Ahora, encendamos esta máquina!" Gemí. No podía creer que esto estuviera sucediendo. Mamá encontró un manual de instrucciones. "Vale, aquí dice que cada uno tiene que meterse en una de las cápsulas." Emma corre hacia la primera cápsula, y tú entras en la segunda. "Vale, ahora voy a cerrar esta puerta y tirar de esta palanca, y..." Su voz se ahoga después de

Vidas robadas plus

Mientras me duchaba, reflexioné sobre los acontecimientos de anoche. Mi esposa Catherine y yo volamos ayer a la costa oeste para visitar a nuestro hijo y nuestra hija. Como hacía más de un año que no los veíamos, estábamos muy emocionados. A los 48 años, mi mujer sigue siendo muy guapa, menuda y muy pechugona. Nunca ha sido tímida a la hora de mostrar sus encantos. Con su brillante pelo castaño (que insiste en que no está teñido) y su figura de reloj de arena, hace girar la cabeza de todos los hombres que conoce, sean jóvenes o mayores. No es de extrañar que las mujeres que se han dejado llevar se pongan bastante cariñosas con ella, pero ella se limita a sonreír. Mi mujer llevaba unos pantalones cortos blancos muy ajustados, tacones de 10 centímetros y una americana color melocotón que mostraba el escote de su gran busto para que todos lo vieran y disfrutaran en el viaje en avión. Probablemente, algunos de los chicos del avión se están despertando con dolores de cuello por intentar mir